Psicoanálisis. Psicología. Malestar contemporáneo. Síntomas sociales. Desorden y trastorno. Obesidad. Depresión. Fracaso Escolar. Anorexia. Vigorexia.
Una infinidad de temas sobre los que podremos dialogar. Tus comentarios y preguntas serán bien recibidos.

miércoles, 31 de marzo de 2010

La imagen corporal

¿Qué lugar tiene la imagen corporal en nuestra cultura, cómo surge, y por qué cambia?
Tradicionalmente, para responder a estas preguntas en el campo social y psicológico, las investigaciones se han ocupado más de la mujer que del hombre. Los estudios sobre los efectos de la distorsión de la imagen del cuerpo en el hombre son mucho más recientes.

A partir de la década de los sesenta, la publicidad ha ido ocupando un lugar importante, aunque no exclusivo, en la configuración de los ideales y expectativas de los seres humanos y por lo tanto, también, de la imagen corporal que forma parte de nuestra subjetividad.

En algún momento, probablemente con el uso generalizado de la píldora anticonceptiva, la mujer empezó a cambiar la relación con su cuerpo. Cuestiones como decidir cuándo tener hijos, cuándo casarse o trabajar, fueron ampliando sus opciones. La mujer salió del hogar y empezó a frecuentar lugares hasta entonces reservados al género masculino.

Esto que resumo aquí en una líneas se fue dando de manera paulatina y propició un cambió sustancial en la relación con la sexualidad y por ende, con el propio cuerpo; no solo en la mujeres, también en los hombres.
Aunque el cambio para el hombre no fue tan evidente, el hecho de que la mujer cambiara sus expectativas, deseos y elecciones, le abrió también a él un abanico nuevo de posibilidades.

La relación entre la imagen corporal y la autoestima es casi obvia, pero no lo es tanto el mecanismo por el cual esto es así. La cosa empieza muy pronto, desde que nacemos, pero se destaca cuando el pequeño descubre la imagen en el espejo, cuando se reconoce en ella ante el regocijo de sus padres. Ese que se refleja en el espejo es “él”, niño adorado por sus padres, la primera representación de su “Yo”. Este descubrimiento esta unido a la respuesta del otro: madre, padre o cualquiera que cumpla esa función primordial. De esta forma la imagen queda vinculada a la mirada amorosa de quien se hace cargo, cuida y provee a ese pequeño que se va constituyendo, con cada experiencia, en sujeto humano. Al mismo tiempo, esta mirada es, por decirlo de alguna manera, modelada por los ideales de la época. Las expectativas para uno y otro sexo irán diversificándose a medida que vayan creciendo. Pero para ambos la imagen del cuerpo será el lugar privilegiado para anclar la personalidad.

Para volver a nuestra pregunta: ¿cómo ha cambiado la imagen corporal del hombre?  En los últimos años el cuerpo del hombre se ha ido haciéndose cada vez más visible. Del hippie de los años setenta, de cabello largo y un tanto desaliñado, pasando por el “Yuppi” (profesional joven y urbano) de los ochenta, trajeado y perfumado, llegamos hoy al Metrosexual de las cremas para borrar arrugas, los tintes en el pelo y las cirugías estéticas.  Lejos estamos de aquel viejo dicho “el hombre como el oso cuanto más feo más hermoso”. El mercado estético lo bombardea también a él que busca detener el tiempo y cuidar su aspecto físico tanto como ella: implantes de cabello, dietas, tratamientos faciales y quirúrgicos, empiezan a enfocarse a un público masculino en aumento.

Lo interesante de éste cambio en la percepción de la imagen es pensar en el mecanismo que posibilita que esto se dé.  La imagen que tenemos de nosotros mismos es lo que mostramos y aquello por lo que creemos ser amados. Es nuestra carta de presentación. Pero no es solo nuestro cuerpo aquello que conforma esta imagen, también se incluyen otros aspectos valorados o no por el entorno más cercano y por la sociedad.  Lo que sucede hoy en día es que la imagen corporal va tomando cada vez más protagonismo. La publicidad nos devuelve este fenómeno de manera amplificada, toma nuestras aspiraciones y las ofrece como posibles. Cuerpos perfectos y desprovistos del paso del tiempo en respuesta al ideal de juventud eterna.

La idea más extendida ha sido siempre que estas imágenes afectaban más a la mujer que al hombre. El mercado nos muestra que esta idea no es cierta.  Cuando la mujer se libera del ideal social privilegiado para ella: el de madre y esposa, sus deseos también cambian. Ahora ella también mira y el mercado da testimonio de esta mirada al desnudar el cuerpo masculino en sus anuncios publicitarios

Si la percepción del cuerpo va cambiando es porque no somos aquello que se refleja en el espejo (este espejo sostenido por la mirada del otro) La percepción no es perfecta, es una mezcla entre nuestras primeras vivencia en la infancia, los ideales culturales y las experiencias con las que nos vamos encontrando a lo largo de nuestras vidas.

Por esta razón, la imagen que tenemos de nosotros no puede congelarse como si fuera una fotografía; inevitablemente irá cambiando y este cambio suele ser apenas perceptible. Un día nos sorprende encontrar un rostro distinto en el espejo que no coincide con la imagen que llevamos dentro. Descubrimos esa arruga que delata nuestros años y sin embargo, no alcanzamos a ubicar ese cambio en la percepción cotidiana que tenemos de nosotros, pues nos seguimos sintiendo tan jóvenes como siempre.

Hay etapas y momentos en la vida que tornan más evidente esta diferencia entre la imagen que nos devuelve el espejo y la que tenemos interiorizada: los primeros años de la adolescencia son quizás el mejor ejemplo de este desencuentro y por ello, donde suelen surgir los trastornos alimenticios. El embarazo es otro momento ejemplar donde la imagen corporal cambia radicalmente en un tiempo breve. Pero lo usual, a lo largo de nuestras vidas, es que estos cambios se den de manera paulatina y ello permite que vayamos ajustando nuestra percepción.

En la publicidad esta característica de la imagen en constante cambio no aparece, es borrada, la imagen se congela. El hombre que se muestra en el anuncio de algún perfume o marca de ropa esta impecable, sin defecto alguno. Ese mismo hombre, en la realidad, puede ser desaliñado, sucio o antipático. Con esto quiero destacar que somos más de lo que mostramos y vemos en nuestra imagen y que, aunque ésta intente resumir quienes somos, esta muy lejos de lograrlo. Así, somos de una manera al levantarnos y de otra al asistir a una reunión de la empresa. Somos de una manera cuando pasamos por un momento difícil y de otra cuando estamos en una entrevista de trabajo. Somos muchos rostros y muchos cuerpos a lo largo del tiempo y al mismo tiempo. En algún lugar conservamos nuestra imagen cuando niños y adolescentes, pero también, la fantasía de lo que seremos cuando viejos. La integración de estas imágenes es lo que nos lleva a buscar un ideal que las unifique en el tiempo.

Si la anorexia esta identificada como el trastorno de alimentación que más afecta a las mujeres, del lado del hombre encontramos a la vigorexia, lo opuesto a la anorexia (la musculatura llevada al exceso). Ambos trastornos de la imagen corporal nos dan una pista de los ideales para uno y otro sexo y las consecuencias que éstos pueden tener cuando se los congela en una imagen, cuando aquello que la vincula a la constitución de la personalidad y la mirada del otro, por algún motivo falla.

Quien sufre de anorexia como de vigorexia, no puede conciliar la imagen que tiene de sí a la imagen que le devuelve el otro (representada en el espejo). Por eso, cuanto más intenta llegar la anorexia a esa imagen de delgadez que su cerebro no alcanza a ver, más se acerca a la muerte y lo mismo podemos aplicar a la vigorexia. ¿Dónde esta el limite de esa imagen de delgadez o de musculatura que se persigue? La imagen, al congelar tiempo, sustrae del ideal la esencia de la vida, que es movimiento. En este sentido, acercarse a esta imagen es anular la vida y la anorexia, tanto como la vigorexia lo ponen en evidencia.

domingo, 28 de marzo de 2010

Prisa por amar, prisa de olvidar

El mes de febrero, con las vitrinas plagadas de corazones, nos invita a pensar en el amor y todo lo que ello implica. Si el sentimiento en el que se apoya el mercado tiene que ver con el lado más romántico del tema, nuestras reflexiones nos llevan a detenernos en otros aspectos.

Las sociedades de hoy van cambiando rápidamente. Internet y la globalización tienen mucho que ver en ello. Son representantes privilegiados de este cambio en la mentalidad de nuestras sociedades, de la necesidad humana de ampliar horizontes y explorar nuevos mundos.

¿Qué implica este nuevo panorama social para el amor y la pareja? ¿Acaso el amor es un sentimiento que circula por su propio tiempo y que no se deja influenciar por crisis económicas, guerras o cambios sociales y culturales?

Lo cierto es que el amor se deja tocar por estas cuestiones y muchas otras. Por ejemplo, se sabe que las separaciones aumentan luego de las vacaciones cuando la convivencia fue mayor y que las crisis económicas afectan no solo a la economía familiar, sino también a las relaciones de pareja.
¿Qué tan posible es hoy sostener una relación de pareja que perdure? ¿Por qué los divorcios son moneda común?

Es posible que el secreto este en encontrar una distancia óptima, en la que los deseos y aspiraciones de uno, no apaguen o debiliten los del otro. Esta justa distancia en la que dos universos distintos puedan desarrollarse y florecer con todo su potencial. Pero aquí viene la complicación, pues esta distancia óptima no es fácil de hallar. No porque no exista sino porque, sumergidos en la vorágine de la vida moderna, bombardeados con ideales imposibles de alcanzar, vamos perdiendo la medida de la distancia y con ello dejamos de ver al otro, en este caso, al otro amado. Agobiados y estresados por la exigencia del éxito, por los años que se escapan, solemos pasar por encima de la persona que más cerca tenemos. Así, esta cercanía que una vez hizo alianza, luego se vuelve tormento.
¿Qué sucedió? ¿Por qué de pronto la cercanía se volvió toxica y el amor se esfumó por la primera puerta?

El amor es ese lazo profundo que nos une a otra persona. Si por un lado nos da fuerza y le da sentido a nuestra existencia, por el otro, nos exige atención, concesiones y renuncias. Es como si luego de un tiempo, con la seguridad del amor a nuestro lado, emprendiéramos una carrera y sabiéndonos ganadores tuviéramos que aminorar el paso, pues nuestro principal aliado ha quedado rezagado. En una sociedad poco generosa con aquel que se ausenta del espacio social (maternidad, migración, enfermedad, duelos, etc), puede resulta difícil compaginar la atención que requieren las relaciones con las exigencias sociales. Si algo daña las relaciones humanas es la falta de tiempo. Por eso buscamos desesperadamente tiempo de calidad. Pero, ¿hay calidad en la prisa?

En una época en donde se busca la recompensa inmediata, el amor no ofrece garantías y tampoco da pistas concretas de cómo lograr el éxito. Para complicar aun más el tema, es imposible predecir lo que nos va a pasar a lo largo de la vida y cómo esto puede afectarnos y por último cambiar nuestra manera de ver el mundo; mucho menos podríamos predecir cómo puede esto afectar a nuestra pareja. Si algo contribuye a complicar el trayecto de a dos que implica vivir en pareja es la dificultad que tenemos como sociedad de detenernos a reflexionar, a mirar, a escuchar.

Que los tiempos y las distancias se acortan es lo que han puesto en escena Internet y la globalización. Embebidos por la multiplicidad de opciones, nos sumergimos en el exceso, de contenidos, de objetos. La saturación suele concluir en un estado en el que ya no queremos nada, caemos en la apatía. El amor por el contrario requiere de un lugar, el embotamiento del exceso satura todo lugar. Podríamos decir que nuestras sociedades de hoy son “obesogénicas” en muchos sentidos, devoramos todo lo que el mercado ofrece: ropa, coches, viajes y el planeta entero.

Cómo recuperar la sutileza que introducen un punto o una coma en una frase, esa sutileza que es pausa, tiempo esencialmente distinto de un tiempo productivo. En el tiempo del amor no se fabrican objetos a consumir, es simplemente tiempo para recuperar el aliento, tiempo de la caricia y el beso, de la mirada cómplice, tiempo de escuchar el tiempo del otro.
El amor es complejo porque acerca dos mundos ajenos, no se trata de fundirlos en uno solo, sino de crear una versión distinta de ambos siendo juntos.

Las relaciones humanas son el alimento básico para la vida, ha sido ampliamente estudiada la dificultad de los recién nacidos para vivir sin alguien que los convoque a ello. Por eso, a pesar de las dificultades o las malas experiencias que podemos tener en este terreno, lo cierto es que seguimos buscando con quien compartir nuestra vida. El amor es el lazo social por excelencia, pero un lazo que la prisa y la voracidad en la que habitamos hoy amenazan con disolver.

El amor va contrarreloj, habita en la temporalidad del instante; acurrucado en el abrazo. Recuperar el espacio donde la palabra que comunica sea protagonista, tanto para escuchar como para decir, es hoy el mejor regalo que podemos ofrecer.

viernes, 19 de marzo de 2010

Ese imposible "Fracaso escolar"

Siguiendo la tendencia social de evaluar, clasificar y etiquetar, se ha identificado otra problemática que, junto con la obesidad y la depresión de las que hablamos en entradas anteriores, parece ir en aumento. Me refiero a lo que se ha convenido en llamar “fracaso escolar”.

Los niños tienen una manera propia y particular de manifestar el malestar. Ellos no cuentan espontáneamente, algunos adultos tampoco habría que reconocer, lo que les molesta, lo que les duele o perturba. En general, viven muchas cosas de una forma pasiva, es decir, porque los adultos los llevamos a ello. Viven pasivamente las crisis familiares, los cambios de residencia o de colegio, etc. Esto forma parte de su entrada en el universo social, porque los niños nos recuerdan que el ser humano civilizado no es algo natural. Es necesario que haya alguien que introduzca al niño en el mundo del cual él podrá posteriormente apropiarse. Esta introducción se hace desde el amor, no es mecánico, el niño solo tomará la mano, para ingresar en el mundo social, de aquel con quien se siente protegido y amado. El lenguaje, la educación, la reglas sociales y las leyes, son lo espacios con los que los niños irán poco a poco aprendiendo a desenvolverse hasta llegar a incorporarlos para hacerlos suyos. Por supuesto cada uno dará una versión propia de esta experiencia, es lo que solemos reconocer como historia personal.

En cierta forma, la historia personal de cada sujeto ser irá armando con estos encuentros, resistencias, rebeldías, elecciones, porque hay que decirlo, aun de la mano de mamá y papá, el niño por momentos también querrá llevar a mamá o papá hacia otra dirección.

Dentro de este panorama, el colegio siempre ha funcionado como un lugar intermedio entre la protección del hogar familiar y el inmenso espacio social. En la escuela los niños irán poco a poco, a lo largo de 16 años para la mayoría, insertándose en lo que después será el mundo adulto. Y como sociedad deberíamos preguntarnos sobre las consecuencias de que este espacio intermedio se haya ido ampliando cada vez más.

En este mundo intermedio, con reglas precisas, exigencias y continua educación, los niños irán aceptando que ya no son el centro del universo. Sin detenernos a pensar en las miles de cosas que pudieran estar pasando en su entorno más inmediato: desde una ruptura de la pareja parental o la muerte de un ser querido hasta el cambio de domicilio o el nacimiento de un hermano. Todas estas cuestiones repercutirán en su adaptación a ese microcosmos social que es el colegio.

El denominado “fracaso escolar” lleva ya un infeliz nombre. Seria difícil pensar cualquier desajuste escolar en términos de fracaso pues todo el proceso de socialización puede presentar en algunos momentos diferentes desajustes: prestar atención, sentarse largas horas en una silla, pasar una jornada laboral en el colegio no son cuestiones que va de suyo realizar. Aquí como antes, el niño, cuando no se sienta seguro o conforme por alguna razón, tenderá a llevar a la mano de mamá o papá o maestros, hacia otra dirección. Por otro lado, si un niño presenta dificultades en seguir el ritmo escolar, las razones probablemente se encuentre en un malestar emocional. Y un problema no podrá atenderse ignorando el otro.

Las dificultades para concentrase, comprender o simplemente la rebeldía al hacer las tareas, son formas a las que los niños recurren para hacerse oír, para que su mundo sea tomado en cuenta. Esto no significa en modo alguno que uno consienta y sea permisivo con el descuido de las exigencias escolares, pero si se quiere incidir en las dificultades que a lo largo del proceso de escolarización puede presentar cualquier niño, se deberá estar atento tanto a las circunstancias especiales por las que esté atravesando el niño, como al cada vez más exigente mundo en el que vivimos, incluido el estrés o exigencia desmedida de los padres y las miles de actividades que realizan la mayoría de los niños en los países desarrollados. El tiempo libre parece ser algo prohibitivo en el mundo desarrollado.

Mientras reflexionamos sobre la sociedad que vamos construyendo y las implicaciones que puedan tener en nuestras conductas, hagamos un espacio para que los niños sientan que los adultos que están a cargo de su socialización, no han dejado de escucharlos.

domingo, 14 de marzo de 2010

Depresión. Un malestar en aumento

La depresión ha sido reconocida como la primera causa de baja laboral. Su incidencia en la población es tan alta que también ha sido llamada como la enfermedad del siglo.

Las manifestaciones clínicas de la depresión son muy diversas. La personalidad y circunstancias de la persona pueden contribuir a que se apoye en unos síntomas y no en otros. La persona deprimida puede estar irritable o apática o ambas, puede comer de más o de menos, puede mostrar un semblante taciturno o por el contrario exagerar sus reacciones. Es por ello que resulta ejemplar para acentuar el recurso de la psicoterapia como la mejor vía de tratamiento.

La depresión es una de las formas clásicas del sujeto de manifestar la compleja interacción con el Otro. Lo característico de la depresión hoy en día no es la diversidad de manifestarse sino el aumento y distribución de la misma, llegando inclusive a manifestarse a edades cada vez mas tempranas.

El otro problema que se plantea con este cuadro clínico, es que hoy en día cualquier atisbo de tristeza corre el riesgo de ser caracterizado como depresión en alguno de sus grados. La tristeza, que puede coincidir en sus síntomas con la depresión, puede estar en distintas etapas de la vida y ser respuesta a situaciones que lo menos que pueden provocar es justamente este sentimiento. Duelos, cambios sustanciales de vida, migraciones, etc, suelen ir acompañados de ciertos síntomas que se asemejan a los de la depresión.

¿Cómo saber entonces si se trata de una depresión? Por lo general será la duración aquello que dará la señal de alarma. La fijeza del síntoma o el estado anímico suelen indicar un malestar que requiere de una psicoterapia para su resolución.

¿Por qué optar por una terapia que utilice como principal herramienta el relato del paciente? Durante muchos años se ha privilegiado la terapia farmacológica para tratar este padecimiento. Los años han mostrado su limitación, pues lejos de reducir su incidencia, esta ha ido en aumento de la mano con el desarrollo de nuestras sociedades modernas.

No se suele vincular la depresión con la historia personal, a lo mucho se asume que es una respuesta adquirida y afianzada a lo largo de la vida y que es posible reorientar la visión de la persona deprimida. Nosotros sostenemos que la depresión no se resuelve de manera conciente y voluntaria, que aquel que esta deprimido y no sale de la depresión no es porque no quiera estar mejor, sino porque no puede. Un espacio en el que se trabaje con aquella parte del sujeto que no controlamos, con aquello que sentimos aun a pesar nuestro, con nuestras reacciones, nuestros fantasmas, nuestros miedos y frustraciones. Que incorpore el discurso del paciente como material en si mismo, es una alternativa que suele dar buenos resultados cuando se atraviesa por una depresión.

viernes, 12 de marzo de 2010

Obesidad. Epidemia del Siglo XXI

La obesidad se ha convertido en un problema grave en las sociedades desarrolladas de hoy en día. Algunos la catalogan como una de las epidemias del siglo XXI. Las cifras que se manejan son alarmantes. Los cambios en el estilo de vida y la alimentación parecen ser los grandes culpables. Se calcula que alrededor del 50% de la población mundial tiene sobre peso. Si pensamos que alrededor de mil millones de personas padecen hambre en el mundo, el cuadro puede resultar insoportable.

No cabe duda de que el tema tiene ramificaciones profundas hacia distintas causas. Dejemos de lado por el momento la reflexión en torno a la desnutrición, para pasar a pensar si acaso el desarrollo económico nos sumerge en el exceso, en la ausencia de límites. Son muchas las problemáticas que se viven actualmente que podrían pensarse desde esta perspectiva y el sobrepeso no escapa a ello. Si bien es cierto que el coche, los trabajos de escritorio y el televisor y las consolas nos invitan a estar más tiempo sentados, también lo es que el transporte público, los grandes desplazamientos, las múltiples tareas que realizamos hoy en día ( las casa, los hijos, el trabajo, la vida social, etc), implican un gasto energético considerable. Así que, dejando de lado el movimiento que será en algunos casos mayor y en otro menor, nos queda la alimentación. En esta interviene el mercado, qué se vende, cómo se vende y por qué lo compramos.

Pensemos en esto, para sostener el sistema social y económico que hemos creado, nos convertimos en devoradores. Nos tragamos todo lo que la sociedad moderna ofrece y la comida no tenia por qué escapar a esta lógica. Pasamos de sociedades fumadoras a devoradoras.
El gran mercado económico que esta surgiendo alrededor de este aparatoso malestar de nuestro siglo, es alarmante. De tal forma que podemos calificar a nuestras sociedades de hoy como “obesogénicas”, que contribuyen a alimentar la obesidad en lugar de frenarla.

El avance de esta problemática la vemos hoy en el aumento de la obesidad en la población infantil. Aquí el problema se hace más evidente, pues es el Otro, quien da de comer; el Otro, quien introduce el límite en el niño. El niño pide, reclama y para ello, utiliza los medios que tiene disponibles. Lejos de ser una cuestión pedagógica, nos enfrentamos aquí a estilos de lazo social que se van trasmitiendo de generación en generación.

Todos tenemos una historia personal con la comida, ya sea que de niños fuéramos grandes comedores o por el contrario diéramos motivos de preocupación por comer muy poco. En los niños la comida es uno de los elementos clásicos donde se presenta la rebeldía, donde se empieza a decir “no quiero”. Cada padre reaccionará a este “no quiero” de distinta manera, alguno podrá entenderlo como una etapa necesaria en la constitución de la personalidad y otro, por el contrario, se angustiará.

¿Qué hace que la comida sea tan especial y tan susceptible de transformarse en un problema? El alimento es la representación de la vida, es aquello que la madre proporciona al niño para que crezca sano y saludable. Si alguien no come se entiende que puede enfermarse. Los niños ponen el dedo en la llaga cuando se niegan a comer. Para ellos es una forma más de mostrar autonomía, para los adultos, un tema de preocupación. La comida así se vuelve un elemento clave para la vida, pero también para la relación con el Otro. ¿Cuánto necesita comer una persona para mantenerse saludable? Seguramente mucho menos de lo que comemos. Es evidente el rasgo propio que ha adquirido el alimento por fuera de su función biológica.

Todos tenemos una historia en relación a la comida, transitarla para descubrir y liberar el sentido ahí aprisionado es algo que solo se hace a través de las palabras, en una terapia que incluya esta perspectiva; tomando en cuenta que olvidar no es el opuesto de recordar, sino de repetir.

Dietas, tratamientos médicos, pastillas para controlar el apetito, podrán llevar a una reducción de peso, pero no cambiaran la manera profunda y arraigada que tenemos de vincularnos con la comida; ya sea que se lo haga desde el rechazo o desde el exceso, pues ambas formas conllevan una ausencia en el límite. En ese lugar en el cual, como los niños, habría que decir “no quiero”.

jueves, 11 de marzo de 2010

Las palabras y nosotros. Segunda parte.

Resultaría imposible medir el alcance e importancia del lenguaje en nuestra vida psíquica., pero lo que si sabemos es que una parte importante de nuestra existencia se desarrolla en éste espacio. Los olores que evocan nuestros recuerdos, las palabras que nos duelen o nos detienen, las que nos conmueven o nos enfurecen, no son las mismas para todo el mundo. Es ésta sutileza que las distingue, la parte del lenguaje que hacemos propia; como esa lengua materna que sentimos nuestra, tal como si fuera una segunda piel que sin embargo no somos capaces de precisar.
Cada persona será única al hablar de una sensación o un sentimiento y de esclarecer un problema o dar una explicación. No usaremos ni las mismas palabras, ni el mismo tono de voz; pero tampoco podremos estar cien por ciento seguros de aquello que estamos trasmitiendo.
¿Cómo saber con certeza si el tono que uso para decir algo será percibido como tal por el destinatario de mi mensaje? Los ejemplos de malentendidos entre diferentes culturas que sin embargo hablan la misma lengua son infinitos. Pero no solo aquí abundan los malentendidos, también nos topamos con estos inconvenientes en las relaciones entre amigos, de pareja, familiares: cuando uno quiso decir algo y solo se da cuenta que dijo otra cosa al ver la reacción de su interlocutor. Hay ejemplos aun más claros de esta lengua que parece habitar otro escenario: lapsus, que mucha gente toma sólo como un desafortunado error, pero que dan cuenta del poco control que tenemos respecto a lo que queremos decir.
Muchas discusiones interminables encuentran su atolladero en esta realidad de la lengua que nos resulta desconocida. Solemos pensar que lo que decimos es realmente lo que queremos decir y al mismo tiempo, que lo que el otro nos dice es totalmente intencional. Lamentablemente a veces no es así y sin embargo, muchas relaciones concluyen a causa de este malentendido propio del ser hablante.
Esa parte que permanece enigmática aun para quien la dice, es la que da la sensación de transitar un camino propio, como si no pudiéramos controlarlo; tanto si nos damos cuenta como sino, parece seguir su propia agenda, sus propias leyes.
Por esta razón, una terapia que de lugar al relato del paciente, sin imponerle un tema específico, suele resultar muy efectiva en muchos padecimientos. No es extraño que los ataques de pánico encuentren su razón de ser en una lógica semejante. Por ejemplo, una situación que por asociación de algún elemento reviva otra que en su momento fue traumática para esa persona y todo esto, sin que la persona en cuestión pueda decir algo acerca de ello. También las fobias pueden encontrar su lógica en esa lengua tan personal siendo que él o los objetos que disparan la fobia, siguen un mapa que se va generando por asociación. Es así que se llega a vislumbra, en terapia, que el objeto fóbico no es cualquier objeto tomado al azar sino que corresponde a una historia en un momento particular en la vida de esa persona.
Lamentablemente lo usual en estos tiempos, a diferencia de aquel que iniciaron hombres como Charcot y Freud, es tratar estas dolencias por medio de fármacos. Las pastillas pueden ayudar a reducir la ansiedad, pero no alcanzan a tocar los eslabones de la cadena por donde transita la fobia o por donde se atora el ataque de pánico. Así, si estos hombres que la historia guarda, abrieron las puertas de la articulación entre los síntomas psíquicos y el lenguaje, nuestro tiempo los vuelve a silenciar atribuyendo como causa a los genes.
Hace unos días me topé con una noticia acerca de una investigación que descubrió que la causa de comer más está en el cerebro. Según decía la noticia: “encontraron evidencias de los mecanismos a través de los cuales interactúan el cerebro y el estómago con las emociones que provocan comer en exceso y la obesidad”. Estas investigaciones establecen la íntima relación entre las emociones y el cuerpo, y por lo tanto, con la palabra. Desde esta perspectiva, las terapias psicológicas podrían hacer mucho por una persona que no encuentra la manera de frenar el ansia de comer, pues es justamente en la interrelación entre el cuerpo y los sentimientos donde habita esta lengua materna tan propia de cada ser humano, esta manera de hacer del lenguaje una marca que nos distingue.
Vivimos en épocas de importantes e interesantes avances en el campo de la genética, por ello, también, se corre el riesgo de depositar las esperanzas de encontrar respuesta a todos los males en este ámbito. Todos hemos escuchado que la depresión se encuentra entre las primeras causas de baja laboral: ¿cómo es posible que algo genético se distribuya de manera tan veloz? Si lo genético no es la causa, ¿no valdría la pena darle un espacio a la cura por la palabra? tomando en cuenta que ésta lengua singular no respeta ni las exigencias ni las prisas sociales; que transita por otras esferas, donde el tiempo de los relojes no ha conseguido domesticar su ritmo.

Las palabras y nosotros. Primera parte.

Todos sabemos, de manera intuitiva, que hablar de lo que nos pasa nos alivia. ¿Cómo funciona? ¿Por qué el hecho de poner palabras a nuestro malestar puede tener el efecto de aliviar la angustia, el sufrimiento o inclusive eliminar un malestar físico? Porque el lenguaje no es solo un instrumento para comunicarnos. En cierta forma, el lenguaje habita nuestro cuerpo. De todas las palabras que escuchamos siendo niños y las historias que nos contaron o que simplemente escuchamos sin ser los destinatarios directos, solo algunas tomarán peso e importancia en nuestra vida.
En la década de 1880 un renombrado neurólogo francés, Jean Martin .Charcot, demostró a la comunidad científica de la época, que los síntomas histéricos tenían una intima relación con la sugestión (aunque hoy la histeria no existe como cuadro clínico, muchos otros se derivan de ella: los ataques de pánico y las depresiones, así como diversos trastornos de la personalidad). Mediante hipnosis, eliminaba e introducía síntomas histéricos como las parálisis.
Neurólogos de la época se dieron cuenta que estos síntomas no respetaban las leyes anatómicas o la estructura de las terminaciones nerviosas. Tal era el caso, por ejemplo, de una parálisis histérica que afectara a las piernas. Dicha parálisis se ceñía al uso común de la palabra pierna; por el contrario, de ser producida por una lesión orgánica, involucraría partes del cuerpo que el uso común de la palabra no incluye.
En este panorama del campo de la salud mental, un neurólogo vienes, y discípulo de Charcot, Sigmund Freud, dio un paso más estableciendo la relación de los síntomas histéricos con el lenguaje. Así, si Charcot mostraba, utilizando la hipnosis, que estos síntomas podían estar y desaparecer mediante una orden del hipnotizador, Freud estableció que estos síntomas, que más que en leyes orgánicas, se apoyaban en las leyes del lenguaje, eran consecuencia de un conflicto psíquico. De esta forma quedaba establecido el vínculo entre la palabra y el cuerpo.
Como consecuencia de este descubrimiento iniciado por Charcot y retomado por Freud. Las psicoterapias tienen, como punto de apoyo el lenguaje. Algunas acentuarán más la función de comunicación y otras, por el contrario, se detendrán en éste espacio que parece habitar de forma paralela todo lo que decimos y lo que hacemos.
Sin embargo, hoy en día, socialmente hablando, el lenguaje ha perdido éste reconocimiento. Las estadísticas y directrices pedagógicas no apuntan a éste lado ilógico e irreverente que podríamos vincular a la lengua, para destacar su aspecto más intimo y diferenciarlo del término lenguaje, más formal y académico.

lunes, 8 de marzo de 2010

Presentación


La psicología va entrando con fuerza, ha encontrado finalmente una puerta abierta y pasa, explicando y aconsejando sobre temas relacionados con la salud mental: depresión, trastorno obsesivo compulsivo, obesidad y un gran número de síntomas, van haciéndose cada vez más presentes en internet.
Aunque esta entrada de la psicología en Internet es relativamente nueva.  Hoy en día podemos encontrar páginas web, portales y blogs dando información, consejos y hasta terapia online.  No es difícil reconocer aquí la lógica del mercado que absorbe todo producto para su comercialización. 
En este espacio aspiramos a escapar de esta carrera por vender, apostamos por un lector que vaya en busca de la diferencia.  Que necesite pensar, reflexionar y abrirse paso para ello por la infinidad de información que existe hoy en la red.  Nuestro objetivo es informar, pero también señalar los lugares comunes que se pueden prestar a equivoco, las generalizaciones y una tendencia creciente en patologizar toda conducta humana que no encaje dentro de las estadísticas.  Pensar la interrelación entre los diversos malestares y el estilo de vida y sociedad en el que vivimos hoy, pensando al sujeto humano en interrelación con su época. 
Nuestra intención es trasmitir algo diferente sobre temas que atañen al dolor psíquico, a un malestar a veces difuso que va buscando desesperadamente una palabra donde asirse. 
No somos masivos, no aspiramos a llegar a un número ilimitado de lectores, apostamos a los distraídos, extraviados, disconformes; aquellos que se siguen preguntando acerca de las razones de su sufrimiento, del malestar que desborda el mundo.  Decimos para aquellos que necesitan ser escuchados, que precisan de este maravilloso lenguaje que nos atraviesa para pensar y pensarse y en el acto mismo de hacerlo, existir.  Nos dirigimos a aquellos para quienes su historia, sus fantasías, sus sueños, todavía son importantes.