En estos días he recibo varios
mails pidiéndome que hablara de los síntomas de la depresión y otros problemas
frecuentes dentro del ámbito de la salud mental. Entiendo la analógica
que solemos hacer entre los síntomas emocionales y los físicos, entre la medicina
y la psicología. Entiendo también que en muchísimos casos esta diferencia
sea difícil de percibir. Esta preocupación válida que tienen las personas
cuando van a consultar a un médico y que se expresa de forma general en la
frase “¿qué tengo doctor?” Y cuya respuesta supone un alivio en tanto
elimina el agobio que produce la incertidumbre de “no saber”. Es cierto
que muchas veces el médico no responda a esta pregunta, que haya que esperar el
resultado de los análisis, sin embargo, nosotros insistimos, “¿Ud. qué cree que
pueda ser?” y con una conjetura del médico es suficiente para reducir un poco
el estrés que el no saber implica.
Imagino que el pedido de que
describa los síntomas de la depresión por ejemplo, va por ese lado. Bien
podría aquí enumerar las muchas manifestaciones de la depresión y algunas de
sus posibles causas, seguramente quienes lo leyeran lo harían buscando
encontrarse en ellos y saber al fin si tienen o no depresión.
Como la lista de síntomas de la
depresión o los ataques de pánico o el trastorno bipolar y de la personalidad
están por todas partes, a mi me gustaría contestar este pedido con una
pregunta: si uno esta buscando en Internet si padece o no depresión o si es un
familiar cercano quien lo padece, ¿no es esto ya señal de que el dolor
emocional ha traspasado ya la frontera de lo manejable? Si sentimos la
necesidad de saber si algo va mal con nosotros en el sentido emocional, me
parece que éste es ya un motivo suficiente para pedir ayuda. Entonces, si
sentimos una tristeza de la que no podemos salir y arrastramos los pies cada
mañana para iniciar el día, si estamos irritables al punto de tener discusiones
casi a diario, si llevamos noches sin dormir o no podemos levantarnos de la
cama. Si estamos envueltos en el círculo vicioso del sobrepeso y la
depresión y no sabemos ya si nos deprimimos por esos muchos kilos de más o
ganamos esos kilos de más porque estamos deprimidos. Si hemos perdido el
interés y ni la familia, los amigos, el trabajo o las pequeñas cosas de la vida
que antes nos daban aliento para seguir adelante tienen ya mayor importancia.
Cualquiera de estas situaciones, pero también, otras que nos lleven a
buscarnos retratados en un diagnóstico en Internet, merecen por si solas la
oportunidad de ser atendidas, pues el tiempo suele jugar en contra.
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