Vivimos en tiempos en donde lo intimo ha traspasado la barrera
que lo separa de lo público. Internet ha hecho posible que éste salto se
haya realizado con rapidez y de forma masiva. Nuestros problemas, miedos y
anhelos, parecen haberse escapado de los límites que la intimidad recela, para
aparecer en diferentes páginas “web” que ofrecen una solución a todo aquello
que nos aqueja. Esta situación produce que casi todo este ofertado en una gran
vitrina. “Nothing is imposible” es el eslogan primordial que desde la
publicidad llega a cada rincón del planeta. De esta forma se tiene la
sensación de que podemos inventarnos a nosotros mismos y si fallamos en la
realidad, aun nos queda el mundo virtual.
Así visto, no parece haber límites para alcanzar nuestros
sueños, y en la feroz carrera por vender, (no olvidemos que uno de los pilares
mas fuertes de la economía es el consumo) asistimos a la eliminación de los
espacios vacíos. Espacios vacíos que podrán ser llenados de
objetos: tecnológicos, ropa de moda, anuncios, urbanizaciones y por qué no,
comida. Cada uno optará por una manera de intentar saciar la voracidad
que nuestro tiempo se ha dedicado a fomentar.
Las paradojas que produce en el ser humano éste señuelo de
creer que todo es un producto a adquirir son infinitas. La mayoría
se muestran en lo psicológico. De esta forma, una mujer se someterá a una
liposucción, un lifting, un implante de senos, y así, mientras espera no quedar
fuera de la mirada masculina. El quirófano ha dejado de ser
primordialmente un espacio donde salvar vidas, para pasar a ocupar un lugar en
la agenda de programas de belleza y rejuvenecimiento hechos a
medida Sin embargo, los productos del mercado se muestran insuficientes,
pese a lo que prometen para suplir o resolver un problema de índole
emocional. Se busca así la solución en un lugar erróneo.
Como es lógico suponer, la sociedad tiene una enorme
influencia en la manera en la que construimos nuestras relaciones y nuestras
representaciones del mundo. Por esta razón también cada época genera el
aumento o, en algunos casos, la aparición de un nuevo síntoma. Si
hablamos de problemas psicológicos nos encontramos, por ejemplo, que se han
incrementado los cuadros depresivos y los casos de anorexia y
bulimia. Las múltiples formas en las que el ser humano pone en evidencia
la insaciabilidad de la demanda de las sociedades de consumo, son también una
manera de defenderse y preservar así la subjetividad. Los desordenes
alimentarios son un claro ejemplo de ello. Pasando de un polo a otro de
este vacío inconmensurable cuya grieta vamos encontrando difícil de
cerrar. Tanto quien engulle en exceso, como quien no engulle, también en
exceso, dan muestras de algo imposible de saciar. Irónicamente, a
medida que nos vamos haciendo más globalizados, nos hacemos también más
gordos. Este incremento en la subida media del peso en la población
mundial, es algo que viene sucediendo desde la década de los 70 y que se suele
relacionar principalmente con un mayor poder adquisitivo y un descenso en la
actividad física, sobre todo en niños y adolescentes. Si bien esto es
así, seriamos injustos sino consideráramos que hay una causa emocional en este
aumento de ingesta calórica.
No es de extrañar que los métodos clásicos para bajar de
peso, los de toda la vida, como son: el ejercicio y las dietas (bien llevadas),
que requieren de tiempo y constancia para su éxito, suelen abandonarse.
Acostumbrados a lo que nos vende el mercado, esperamos resultados
inmediatos; y no siendo así, se renuncia a ellos brincado de dieta en dieta, o
adquiriendo aparatos de ejercicios que terminan apilados en el trastero.
La vida moderna, poblada por múltiples ocupaciones y
sumergida en un laberinto de opciones, hace difícil que podamos reflexionar
acerca de cuánto de estas situaciones con las que convivimos diariamente nos
afectan emocionalmente. Inmersos en este universo cotidiano exuberante en
imágenes y murmullos, nos resulta difícil encontrar el tiempo del
silencio. Un tiempo que nos convoca a disfrutar de la vida justamente
porque ésta no es para siempre. Es el tiempo que tenemos que estar
dispuestos a dar para que surja aquello que vale la pena: el tiempo que
necesita una relación para afianzarse, para que nuestros sentimientos afloren o
para terminar una carrera. Un tiempo ajeno a relojes y agendas: es el
tiempo para conocer a nuestros hijos, para reconocer a nuestra pareja, para
reencontrarnos en cada edad con nuestros padres y hermanos. Un tiempo
imposible de medir; por ello, singular.
Es el tiempo de los espacios vacíos, aquellos que nos
invitan a contemplar, a imaginar, a crear; en donde algo nuevo siempre podrá
surgir.