La motivación es un tema recurrente en
las sociedades occidentales basadas en el consumo. Nunca hemos tenido
tantas ofertas, tanta sensación de alternativas y, sin embargo, la ausencia de motivación nunca ha sido tan palpable.
Vamos a dejar de lado las definiciones generalizadas sobre la motivación que fácilmente pueden encontrarse en Internet,
lo que me interesa apuntar aquí es ésta particularidad que se presenta
cuando, teniendo solucionado el sustento más básico: alimento, vivienda,
etc., la motivación se presenta como un problema cotidiano. Esto es: aquellos que aun teniéndolo "todo" están desmotivados.
Hay
un acuerdo más o menos general dentro del campo de la psicología que la
motivación no es algo que se vincule ni a la voluntad ni a la razón.
Esto significa que no es tan fácil sentirse motivado hacia algo por
obligación o por cumplir con un mandato. Más aún, suele ser un bastión
de rebeldía muy común en la adolescencia.
De cualquier manera, la motivación que no se vincule a necesidades vitales (hambre, sed, sueño) es un elemento de intersección
entre los seres humanos. La motivación tiene que ver con las
expectativas que tenemos de los otros tanto como las que ellos tienen
de nosotros. Esto es algo que en los niños se aprecia más claramente:
el bebé suele distinguir imágenes y sonidos que le son destacados por
los padres o quien se ocupe de cuidarlo, es decir, de las personas que
para el son importantes. Si la madre señala con evidente alegría a las
aves que cantan en el jardín por ejemplo, el bebé aprenderá rápidamente a distinguirlas. Por supuesto que estas acciones que realizan los padres no son tampoco conscientes, pues, recordemos, partirán así mismo de su propia motivación; por captar la atención del niño, por hacerlo sonreír, por demostrarle su amor de una u otra manera. En este sentido, no sería difícil
suponer de dónde parte la motivación, si, de los otros que reciben al
nuevo sujeto en este mundo de infinitos objetos y posibilidades.
No
estaría demás considerar este aspecto, dado que uno de los grandes problemas que
se presentan en el ámbito educativo hoy en día es justamente la falta de
motivación de algunos niños por aprender. Estos niños suelen engrosar
las listas de los distintos trastornos para explicar algo que quizá
tiene que ver con la trasmisión de un deseo que se traduce en: "estar
motivado por algo". Así, que el bebé siga con sus ojos encantados al
pequeño colibrí que le señala la madre con genuino interés, imprimirá en
él la condición para que más tarde su deseo se dirija hacia "algo". En
esta búsqueda el podrá encontrar por ejemplo, un mayor interés en las
clases de ciencias o en los cuentos sobre animales. Pero también será
fundamental que quien trasmita, en esta edad tan fundamental, no
trasmita solo conocimiento, sino también una pasión que es en definitiva
el corazón que late en toda motivación. Ese "algo" que nos hace
interesarnos por un tema o una actividad, conserva su núcleo de
misterio. En cierta forma es solidario de la lógica que implica el
enamoramiento, ese no se qué que lleva a que alguien o algo me guste, más aún, me apasione
Por último, quiero destacar el carácter
cambiante y móvil de la motivación que nos lleva a entender por qué a
veces se ausenta sin que esto signifique necesariamente que tal persona
carece de motivación pues son muchas las circunstancias que pueden
incidir sobre ello. Recordemos pues el origen etimológico de la palabra que deriva del latín "motus" que significa movido o también, "motio"
que nos conduce más claramente a la idea de movimiento. La motivación
entonces es solidaria del movimiento, cualquier situación de
estancamiento la extingue. Podemos pensar este estancamiento desde todo
aquello que se repite, hasta aquello que satura. Así, el consumo
exagerado de cualquier índole suele relacionarse con un aplanamiento
del deseo. Para que la motivación surja, a veces, hay que abrir
espacios, dejar que el tiempo fluya a su ritmo para poder encontrarnos
con aquello que mueve nuestra inquietud, nuestra pasión, nuestro más
genuino interés.