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martes, 8 de febrero de 2011

Psicología o economía de las pasiones

Que la situación económica es uno de los temas que más preocupa en estos tiempos, es algo palpable en la cantidad de artículos que podemos encontrar sobre ello en Internet.  Reestructuración de deudas, quiebras del sector financiero, hipotecas subprime y un largo etcétera intentan explicarnos cómo se ha llegado hasta aquí y cuáles son las perspectivas a futuro.  Como yo de economía se poco y nada, suelo leer estos artículos desde mi formación profesional: como psicóloga y psicoanalista.  

De manera general, hay dos cuestiones que me tienen interesada desde hace ya un tiempo acerca de las manifestaciones del aspecto psíquico en el campo económico.  Una es esta afirmación de que uno de los elementos en los que se basa el crecimiento económico está en el consumo humano y la otra, que uno de los factores de la crisis actual es el endeudamiento de la población.  Es decir, el sistema económico descansa en gran medida en que compremos y el sector financiero se nutre de vendernos dinero para ello. 

La psicología humana es sumamente compleja y aun así, se la percibe como algo casi trivial.  Encontramos artículos de todo tipo, sobre cualquier tema, comentarios rápidos y simples de profesionales entrevistados en algún programa de TV, investigaciones que unen un par de variables y llegan a conclusiones cuya obviedad da la sensación de que esta es una disciplina que todos, por experiencia propia, conocemos bastante bien. La razón de ello es que lo más complejo de esta disciplina sucede en un consultorio, cuando tenemos que trabajar con aquello que no es reproducible en un laboratorio ni cuantificable en un test.

Entonces, pese a la aparente simplicidad de los postulados psicológicos, sin embargo, es justamente el factor psicológico aquello da por el traste a las predicciones económicas.  En cierta forma, la economía es el intento de calcular y predecir las conductas humanas, pues el mercado, finalmente, se alimenta de ellas.  Pasiones humanas que son las que nos llevan a comprar o vender, migrar, estudiar, trabajar, casarse, tener hijos, formar una empresa, etc.  Establecer bajo qué condiciones se toman este tipo de decisiones, resulta fundamental para cualquier proyecto de índole económica.   Fórmulas matemáticas que dan cuenta de ciertas fluctuaciones y ritmos del mercado, esconden tras de sí conductas de este tipo, un universo infinito de posibilidades.

Muchas veces parece que cuando hablamos de economía nos referimos a un ente autónomo que sigue adelante cumpliendo un propósito, otras, ese ente toma la forma de los políticos de turno.  Si bien todo esto es cierto, como es cierto que el todo no es igual a la suma de sus partes, resulta interesante detenerse a reflexionar que aquello que alimenta el mercado son nuestras pasiones: miedos, anhelos, envidias, rivalidades, y, quiza el factor psicológico más importante para el resultado en materia económica: la imitación, o si quieren, contagio.  Si soltamos una bola de papel en una plaza abarrotada de gente al tiempo que gritamos: ¡granada!, lo más probable es que se produzca una estampida que termine con la vida de muchos.  Quizá el objetivo era dispersar a la gente y este habrá sido finalmente cumplido, con algunos daños colaterales.  

Aún cuando hayamos pasado por una situación similar, aun cuando nosotros no caigamos en la trampa, otros lo harán, y la historia se repetirá en una versión propia, aquí uno de los elementos imposibles de predecir: cuándo y cómo se actualizarán los mismos factores para determinan un resultado similar al anterior.  Por eso las crisis siempre se desencadenaran bajo una temporalidad y modalidad propia.  Por ejemplo, la burbuja inmobiliaria explotaría en algún momento, pero no se sabía cuándo ni la magnitud de la crisis ni, sobre todo, la velocidad de la recuperación.  

Los seres humanos olvidamos rápidamente, esto cumple una función defensiva.  Por ejemplo, olvidamos la mayor parte del tiempo que somos seres mortales y por ello actuamos como si fuéramos a vivir para siempre. Olvidamos el dolor sufrido tempranamente porque de no ser así nos costaría aun más levantarnos cada día. Así se explica que olvidemos que nuestros padres o nuestros abuelos o nosotros mismos, hemos pasado por una situación de crisis económica.  De esta manera, si todos a nuestro alrededor estan comprando su casa, envidiamos su felicidad y nos apresuramos a comprar la nuestra.  En este sentido es que el psicoanálisis postula que el olvido es justamente el camino que conduce directamente a repetir y repetir es recordar, no ya en la rememoración, sino en acto.  

En el 2002, Daniel Kahneman, ganó el premio novel de economía "por haber integrado los avances de la investigación psicológica en la ciencia económica especialmente en lo que se refiere al juicio humano y a la adopción de decisiones bajo incertidumbre".  No he leído el trabajo de este señor pero es sorprendente que esta interrelación entre la economía y la psicología humana siga siendo, en la práctica, tan ignorada en la mayor parte de los artículos que circulan por internet, y dudo que sean tomados en cuenta a la hora de aplicar políticas económicas

Hagamos una última comparación: si la economía basa sus predicciones en leyes probabilísticas y curvas estadísticas, la psicología hace lo propio a través de la creación de perfiles.  Así, terminan moviéndose bajo estos modelos representativos que sirven para predecir y/o diagnosticar.  La razón por la cual muchas veces estas predicciones y diagnósticos no son acertados es que siempre habrá algo incalculable e inclasificable que nos de vuelta la tortilla.  Para el psicólogo que trabaja en el ámbito clínico y sobre todo  para el psicoanalista que trabaja más allá de los perfiles, la pericia consistirá en saber operar con esta incógnita, hacerla surgir en el marco del consultorio.  Cuando el ser humano sufre, a diferencia de la economía que toma cada caso particular como un daño colateral del que cual no puede ocuparse, el psicólogo trabaja con el sufrimiento que no es compartible, ni medible o estadarizable.  El sufrimiento es único, aunque el motivo pueda ser parecido: una ruptura de pareja, un fracaso laboral, la manera de pasar por el será, para cada ser humano, diferente.  Por otro lado, las variables que intervienen para que una persona sea de una manera y no de otra son incontables y siempre, en todo intento de definirlas alguna siempre se escapa, es el signo de la diferencia absoluta que nos define

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