En estos tiempos en los que la presencia en Internet
parece ser cada vez más necesaria, al punto que se suele escuchar "si no
estás en Internet no existes" como si de un universo paralelo se tratara,
es lógico que las terapias psicológicas estén buscando un espacio posible
también en el mundo virtual.
Ahora bien, hasta el momento los artículos y
páginas que justifican la validez de las terapias en Internet me resultan más
una estrategia de venta que otra cosa. Se dicen cosas como que la ventaja
de esta novedosa alternativa, al igual que sucede con la terapia telefónica, es
que al paciente le resulta más fácil hablar de ciertas cosas, revelar ciertos
asuntos. Seguramente esto será cierto, pues hablarle a un ser incorpóreo
resultará más sencillo que hacerlo en presencia y desde mi punto de vista, el
que la terapia se desarrolle vía Webcam no cambia sustancialmente el hecho de
que uno se dirige a alguien que en presencia, no está. Esto
que sin duda se ve como una ventaja, se asemeja más a lo que sucede en una
confesión que a una psicoterapia por diversas razones.
Voy a hablar solo de alguna de ellas para no extenderme demasiado. En primer lugar, en la terapia importa no solo lo que
se relata sino el cómo se relata, en qué momento se decide hacerlo, qué sucede
cuando el paciente habla de ello. Así, no será lo mismo quien llega a la
primera consulta para desahogarse de un secreto pesado que lo aqueja desde hace
algún tiempo, que aquel que se decide a hablar de ello luego de uno o dos meses
o inclusive más tiempo. No será lo mismo quien vuelva a ello varias
veces, que aquel que evite tocar el tema nuevamente. Todo esto cambiará
sustancialmente si la persona puede hablar de ello desde la comodidad de su
casa, quizá en piyama, mientras ojea un libro o inclusive con una copa de
vino.
El segundo motivo, ligado al primero, es que
todos sabemos que no es lo mismo un encuentro virtual que uno presencial.
Lo saben de sobra quienes han establecidos relaciones de amistad a través de la
red. He sabido de varios casos de personas que se han enamorado vía chat,
email, Webcam, solo para ver caer su ilusión en el momento en el que la
relación dejó el plano virtual. Esto tiene su fundamento tanto clínico
como teórico en el cual no puedo extenderme aquí, baste decir que eliminada la
presencia física quitamos de la ecuación una de las esferas que componen la
realidad.
La presencia física impregna el espacio de
cualidades que son la mayoría de las veces difícilmente definibles. Así,
hablamos de química, de mala vibra, energías positivas o negativas y hasta un
no se qué que escapa finalmente a la conciencia. Junto a este plano físico
y material, esta la esfera de la fantasía que junto con lo simbólico que
representaría todo aquello que se refiere a los límites y leyes, constituyen lo
que llamamos realidad. En psicoanálisis al menos son necesarios los tres
para que la terapia produzca sus efectos.
Ahora bien, no por ello descarto la utilidad que
pudiera tener una intervención en el espacio virtual, pero se tratará de eso:
de un intervención puntual destinada a abrir la posibilidad de iniciar un
tratamiento.
Hay situaciones particulares que sin duda podrían
verse beneficiadas por la herramienta virtual, como sucede con los casos que
por alguna razón el paciente no puede acudir a un consultorio; ya sea
porque padece una fobia que no le permite salir o una enfermedad en la cual es
preciso que haga reposo, por mencionar solo algunos casos.
Ahora que todo o casi todo parece reclamar su
lugar en la Web,
valdría la pena situar también los límites del espacio virtual para no
extraviarnos en la fascinación del "todo es posible" que el mercado
sustenta.
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