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lunes, 14 de febrero de 2011

¿Problema psicológico o enfermedad mental?

Hace poco me encontré con este breve pero contundente reportaje sobre las super ventas de psicofármacos.  Siempre que encuentro este tipo de discursos me surge la pregunta sobre qué podemos hacer para cambiar cierta tendencia que se muestra exagerada o, también, cómo contribuimos a que esto se presente de esta manera y no de otra. 

 Muchas veces cuando se dicen cosas como: “es cuestión de marketing”, “lo que pasa es que fulano o sultano se saben vender” y cosas del estilo, da la impresión de que es finalmente el mercado quien determina el resultado de las cosas.  Si bien esto no está muy lejos de la realidad, hay algo que casi nunca mencionamos y es que, si el mercado vende es porque nosotros compramos.  La única manera de ponerle freno a lo que el mercado nos vende, es detenernos a pensar, por ejemplo: leer las etiquetas en el super, pensar si necesitamos realmente tal o cual producto, etc.   Finalmente tomar en cuenta que “El mercado” lo hacemos nosotros.

Cuando se trata de temas de salud, esto resulta aún más complicado.  Imaginemos que tenemos un dolor intenso de cabeza o en cualquier otra parte del cuerpo, en esta situación nos será muy difícil concentrarnos, pensar en otra cosa que no sea el dolor que nos aqueja.  Si tenemos una pastilla a la mano que sabemos nos quitará el dolor, apelamos sin demora a ella, si por el contrario el dolor escapa a nuestra experiencia, vamos al médico.  El médico nos mandará a hacer análisis si la cuestión no se mostrara evidente con una breve revisión, es probable que mientras llegan los análisis nos recete un efectivo calmante.  La cuestión puede terminar simplemente ahí o requerir de algún tratamiento más prolongado, pero la mayoría de las veces, serán claros los resultados y por lo tanto también el tratamiento o paliativo, si lo que nos sucede carece de una cura.

¿Qué sucede cuando el dolor es producto de un problema que no se origina en el funcionamiento del organismo?  La psiquiatría, como una especialidad de la medicina, ha tratado los síntomas psíquicos de la misma manera en la que la medicina trata a las enfermedades del organismo.  Para ello ha desarrollado hipótesis que suelen confirmar a través de una historia clínica, buscando reiteraciones de síntomas, tanto en la persona como en los parientes directos, otras veces se recurren a cuestionarios y test. 

No es preciso satanizar, el antidepresivo o el ansiolítico, como el ibuprofeno, pueden ser una solución momentánea y puntual.  Así como no es bueno vivir tomando ibuprofeno permanentemente, tampoco será bueno hacerlo con el antidepresivo.  La diferencia radica en que, si usualmente el ibuprofeno permite manejar el síntoma molesto que causa dolor mientras se atiende la cusa real que lo produce, el antidepresivo se suele tomar como único tratamiento para atender un dolor psíquico cuya causa se desconoce. 

¿Por qué existe una demanda en aumento para los medicamentos de uso psiquiátrico?  La razón de ello debemos buscarla en nosotros mismos.  Ante la oferta de una pastilla para aliviar los síntomas depresivos y una psicoterapia, la mayoría de la gente opta por la primera por muy diversas razones.  Ya sea porque el psiquíatra goza de un mayor prestigio que el psicólogo o porque se percibe al tratamiento farmacológico como más afectivo y rápido.  El otro motivo que muchos encontrarán luego de haber realizado el intento con un tratamiento psicoterapéutico es que éste requiere de un compromiso y un trabajo por parte del paciente.  

Ante la medicina somos sujetos pasivos, ante la psicoterapia, todo lo contrario.  Hablar de nosotros y de lo que nos pasa suele ser de por sí un alivio, pero, al igual que la pastilla, el alivio será solo pasajero.  He tenido oportunidad de escuchar a mucha gente decir que antes que contarle sus problemas a un extraño, lo haría con un amigo, si de hablar se trata.  Aquí hay una confusión muy extendida, pues si bien al paciente se le pide que hable de lo que se le ocurra, el psicoterapeuta no escucha su discurso de la misma manera en la que lo escucharía un amigo y, lo más importante, no interviene tampoco de la misma forma.  No voy a intentar resumir cuestiones técnicas que suponen años de formación, pero si me parece importante señalar esta diferencia entre un tratamiento que no requiere mayor trabajo por parte del paciente, salvo la de seguir las indicaciones del médico sobre la cantidad y frecuencia de la toma del medicamento, frente a otro, mucho menos solicitado, que requiere por el contrario de un trabajo.

Somos una sociedad consumista, y para que la espiral del consumo no se detenga, siempre se requerirá de la creación de nuevos productos a ser consumidos y necesidades que antes no existían; es la ley que asegura la actividad y crecimiento del mercado.  La medicina no es una ciencia exacta, tratamientos hoy considerados eficaces mañana son relevados por otros más eficaces aún.  En el campo de la salud mental, esto es aún más cierto.  La psicoterapia por el contrario prueba su verdadera eficacia con cada paciente, pues el dolor y el síntoma psíquico de cada paciente tendrán una particularidad única y sería pretencioso suponer que una pastilla pueda ser efectiva para todas ellas.  

La mayoría de la gente suele diferenciar un problema psicológico de una enfermedad mental, esta última usualmente está definida con un diagnóstico, que, como bien señala el reportaje, va aumentando su lista en cada publicación del DSM que es el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Como ya he señalado en entradas anteriores, las palabras suelen también funcionar muy bien para escondernos, ser tímido puede terminar siendo una perfecta excusa para no dar un paso adelante y evitar el fracaso por ejemplo.  De la misma manera recibir un diagnóstico psiquiátrico conlleva esta contradicción, por un lado nos da seguridad al recibir por parte del profesional al fin una respuesta a nuestro padecimiento y por otro lado, nos detiene al colocarnos un cartel que señala que algo no está bien en nosotros.

Son muchas las críticas que se han realizado al DSM y a la cantidad de diagnósticos que aumentan en cada publicación hasta llegar a situar a un porcentaje altísimo de la población con algún tipo de “trastorno” lo que los vuelvo por ello, candidatos a recibir alguna de la medicación disponible.  A pesar de ello, la población en general está lejos de acudir en proporciones siquiera cercanas a la consulta del psicoterapeuta que puede ofrecer un tratamiento no farmacológico.  Aunque esto pudiera entenderse dentro de la población con una situación económica difícil, no cambia mayormente dentro de la población con amplios recursos económicos.

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